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Guía para el manejo nutricio del paciente con enfermedades respiratorias estacionales

Las enfermedades respiratorias estacionales —gripe influenza, resfriados agudos y episodios de infección respiratoria baja, además de olas epidémicas de SARS-CoV-2— representan un reto recurrente para los servicios de salud. La nutrición no cura infecciones virales, pero es una herramienta clave para minimizar la severidad, apoyar la recuperación, preservar masa muscular y reducir complicaciones en pacientes ambulatorios y hospitalizados. Para los estudiantes y futuros nutriólogos, comprender cómo adaptar la intervención nutricional al contexto respiratorio (incluyendo pacientes con hospitalización, oxigenoterapia o dificultades para alimentarse) es esencial.

¿Por qué la nutrición importa en las enfermedades respiratorias?

  1. Respuesta inmune dependiente de nutrientes. Proteínas, vitaminas (A, D, C), zinc y selenio son necesarios para la función inmune y la reparación tisular.
  2. Consumo energético variable. La fiebre, la taquipnea y el trabajo respiratorio aumentan el gasto energético y la degradación proteica.
  3. Riesgo de desnutrición y sarcopenia. Pacientes en convalecencia o con enfermedad crónica pulmonar pierden masa muscular con rapidez; la pérdida de fuerza respiratoria complica la recuperación.
  4. Dificultades para alimentarse. Disnea, fatiga, anosmia/ageusia y tratamiento farmacológico afectan apetito y capacidad para ingerir volúmenes adecuados.

Evaluación nutricional rápida (puntos clave para la práctica)

  • Historia alimentaria breve: apetito, cambios de gusto/olfato, intolerancias.
  • Medición de peso y evaluación del IMC; cálculo de pérdida de peso no intencional.
  • Evaluación funcional: fuerza de prensión manual si es posible.
  • Riesgo de desnutrición: usar herramientas validadas (MUST, SGA, o valoración simplificada en atención primaria).
  • Condiciones asociadas: EPOC, insuficiencia cardíaca, diabetes (ajustar plan).

Requerimientos energéticos y de macronutrientes (orientación práctica)

  • Energía: Estimación inicial 25–30 kcal/kg/día en adultos estables; aumentar si hay fiebre sostenida o trabajo respiratorio importante.
  • Proteína: 1.2–1.5 g/kg/día para preservar masa magra; hasta 1.5–2.0 g/kg/día en casos de desnutrición severa o catabolismo.
  • Líquidos: Mantener adecuada hidratación; atención a sobrecarga hídrica en insuficiencia cardíaca concomitante.
  • Grasas y carbohidratos: Proveer energía suficiente; en pacientes con enfermedad obstructiva crónica evitar excesos de carbohidratos en situaciones de ventilación mecánica para controlar CO₂, si lo indica el equipo.

Micronutrientes y compuestos de interés

  • Vitamina D: Evidencia que su deficiencia se asocia a mayor riesgo de infecciones respiratorias; evaluar estado y suplementar según niveles y protocolos nacionales.
  • Vitamina C y zinc: Pueden acortar la duración de síntomas del resfriado en algunos contextos; en prevención poblacional la evidencia es moderada.
  • Omega-3: Propiedades antiinflamatorias; utilidad aún en evaluación para modulación inflamatoria en COVID-19 y síndrome inflamatorio.
  • Antioxidantes y probióticos: Intervenciones adyuvantes con evidencia heterogénea; manejarlas con criterio basado en la bibliografía y el contexto clínico.

Intervención práctica según el nivel de atención

Paciente ambulatorio con síntomas leves

  • Priorizar comidas ricas en energía y proteínas repartidas en pequeñas porciones (4–6 tomas/día).
  • Consomés nutritivos, caldos enriquecidos, purés y bebidas proteicas caseras si hay anorexia.
  • Incluir frutas ricas en vitamina C y probióticos alimentarios (yogur) si tolerados.
  • Mantener hidratación; evitar alcohol.
  • Educación para cuidadores: signos de alarma (taquipnea, dificultad para deglutir, incapacidad para ingerir líquidos).

Paciente hospitalizado (no crítico)

  • Evaluación nutricional dentro de las primeras 24–48 horas.
  • Iniciar soporte oral energético-proteico; suplementos modulares si la ingesta es insuficiente (<75% requerimientos).
  • Monitoreo de glucosa en diabéticos; adaptar carbohidratos.
  • Plan de transición a alta: indicaciones claras, recetas y seguimiento.

Paciente crítico / ventilado

  • Coordinación con el equipo de medicina intensiva.
  • En ventilación mecánica, preferir nutrición enteral temprana siempre que el tracto digestivo lo permita, con objetivos proteicos altos (≥1.3 g/kg/día) y ajuste calórico según la fase (hipermetabolicidad vs recuperación).
  • Monitorizar tolerancia intestinal, glicemias y balance hídrico.

Dificultades específicas y soluciones prácticas

  • Anosmia/ageusia: Sugerir texturas contrastantes, mejorar la temperatura y condimentos (reducir sal, usar ácidos naturales) para estimular apetito.
  • Disnea al comer: Fraccionar comidas, ofrecer comidas ligeras y calóricas en pequeñas porciones, evitar grandes bocados; priorizar alimentos fáciles de masticar y tragar.
  • Fatiga: Alimentos listos para consumir y ricos en proteína (yogur, batidos proteicos).
  • Riesgo de aspiración: Evaluar función deglutoria; adaptar consistencia de líquidos y sólidos si lo indica terapia de lenguaje.

Prevención y educación comunitaria

  • Promover vacunación (influenza, COVID-19) como medida preventiva integral.
  • Educar sobre señales de alarma, importancia de la hidratación y la nutrición temprana.
  • Crear materiales breves (infografías, recetarios de caldos enriquecidos) orientados a población y cuidadores.

Relevancia para estudiantes de nutrición

  • Formación en valoración funcional, elaboración de recetas enriquecidas, manejo de suplementos y trabajo en equipo con servicios médicos.
  • Practicar comunicación clara con pacientes y cuidadores: instrucciones sencillas de seguimiento y signos de alarma.
  • Oportunidad para proyectos de intervención comunitaria y teleconsulta.

El abordaje nutricional en enfermedades respiratorias estacionales es un pilar del manejo integral: reduce la morbilidad, acelera la recuperación y preserva la función muscular. Los nutriólogos deben estar preparados para evaluar rápidamente, priorizar la preservación proteica, adaptar la consistencia de alimentos según capacidad funcional y coordinar con el equipo médico. La intervención temprana y pragmática marca la diferencia en resultados clínicos y calidad de vida.

Referencias

  • ESPEN. (2020). Guidelines for nutritional management of patients with SARS-CoV-2 infection.
  • World Health Organization. (2022). Nutrition and respiratory infections.
  • Lew, C., et al. (2017). Association between malnutrition and mortality and length of hospital stay in older adults with pneumonia. Clinical Nutrition.
  • Martindale, R., et al. (2020). Nutrition therapy in the critically ill patient with COVID-19. Critical Care.