El cáncer de mama representa la neoplasia más frecuente y la principal causa de muerte por cáncer en mujeres a nivel mundial, constituyendo un desafío prioritario para los sistemas de salud. Si bien existen factores de riesgo no modificables (como la edad, el sexo y la genética), la investigación epidemiológica y clínica ha demostrado de manera contundente que una parte significativa de los casos podría ser prevenida mediante la modificación de factores del estilo de vida. En este panorama, la nutrición emerge como uno de los pilares más poderosos y accesibles en la estrategia de prevención primaria.
Factores Modificables y la Dieta
La relación entre el estilo de vida y el riesgo de desarrollar cáncer de mama es compleja y multifactorial. Diversos estudios prospectivos y metaanálisis han identificado un vínculo claro entre hábitos poco saludables y un mayor riesgo oncológico:
- Exceso de Peso y Obesidad: La acumulación de tejido adiposo, especialmente después de la menopausia, es un factor de riesgo bien establecido. El tejido graso produce estrógenos, hormonas que pueden estimular el crecimiento de células cancerosas sensibles a hormonas. Además, la obesidad se asocia con estados de inflamación crónica e hiperinsulinemia, ambos promotores del crecimiento tumoral.
- Inactividad Física: El sedentarismo actúa como un factor de riesgo independiente. La actividad física regular ayuda a mantener un peso saludable, modula los niveles hormonales (como el estrógeno y la insulina) y fortalece el sistema inmunológico.
- Dieta Poco Saludable: Un patrón alimentario caracterizado por un alto consumo de carnes rojas y procesadas, grasas saturadas, azúcares añadidos y bajo aporte de fibra, vitaminas y antioxidantes, incrementa la exposición a compuestos proinflamatorios y carcinógenos.
El Patrón Dietético Protector: Más Allá de un Solo Nutriente
La evidencia científica actual no se centra en demonizar un solo alimento o suplementar con una única "píldora mágica", sino en la adopción de un patrón dietético protector y global. Las recomendaciones de organizaciones líderes como el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF) y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR) convergen en la promoción de un enfoque integral:
- Riqueza Vegetal: Priorizar el consumo de frutas, verduras y granos enteros que son fuentes excepcionales de fibra, vitaminas, minerales y, crucialmente, compuestos fitoquímicos (como los polifenoles, carotenoides e isotiocianatos). Estos compuestos poseen propiedades antiinflamatorias y antioxidantes que ayudan a neutralizar el daño celular y a modular las vías de señalización del cáncer.
- Grasas Saludables: El reemplazo de grasas saturadas (presentes en carnes grasas, lácteos enteros y procesados) por grasas insaturadas, como las que se encuentran en el pescado (fuente de ácidos grasos omega-3), el aceite de oliva extra virgen, frutos secos y semillas contribuye a reducir la inflamación sistémica.
- Moderación en Alcohol: El consumo de alcohol, incluso en cantidades moderadas, ha sido consistentemente asociado con un aumento del riesgo de cáncer de mama. La recomendación es limitar o, idealmente, evitar su ingesta.
Patrones como la Dieta Mediterránea son frecuentemente citados por su fuerte sustento en esta evidencia, al ser ricos en todos los elementos protectores mencionados (vegetales, pescado, aceite de oliva, legumbres).
El Rol Dual del Nutriólogo: Prevención y Acompañamiento
El profesional de la nutrición desempeña un papel dual y crítico en el espectro del cáncer de mama:
1. Prevención Primaria y Educación
En esta etapa, el nutriólogo es un educador de salud pública. Su trabajo se centra en empoderar a la población a través de información basada en evidencia para modificar sus hábitos de riesgo. Esto incluye:
- Realizar evaluaciones antropométricas para prevenir o corregir el exceso de peso.
- Diseñar planes de alimentación que integren los patrones dietéticos protectores en el contexto cultural y económico del individuo.
- Colaborar con otros profesionales de la salud para promover la actividad física y la reducción del sedentarismo.
2. Soporte Nutricional Oncológico
Cuando el diagnóstico ya está presente, el rol del nutriólogo se vuelve de soporte clínico vital. Los tratamientos oncológicos (quimioterapia, radioterapia, cirugía) pueden causar efectos secundarios debilitantes como náuseas, vómitos, diarrea, mucositis y pérdida de apetito, lo que lleva a la malnutrición.
El acompañamiento nutricional en esta fase es esencial para:
- Mejorar la Tolerancia al Tratamiento: Adaptar la dieta para aliviar los síntomas gastrointestinales y evitar la interrupción del tratamiento.
- Mantener la Masa Muscular: Combatir la caquexia (desgaste corporal extremo) y mantener un estado nutricional que favorezca una mejor respuesta inmunológica y funcionalidad física.
- Mejorar la Calidad de Vida (CV) General: Asegurar una ingesta calórica y proteica adecuada impacta directamente en la energía, el estado de ánimo y la capacidad del paciente para llevar a cabo actividades diarias.
En conclusión, la nutrición es una herramienta de prevención con un respaldo científico robusto y una estrategia de soporte compasiva y efectiva. Al integrar las recomendaciones dietéticas en la vida diaria, no solo se disminuye el riesgo de cáncer de mama, sino que se promueve una salud integral que beneficia el bienestar a largo plazo.
Referencias
- WCRF (World Cancer Research Fund) & AICR (American Institute for Cancer Research). (2018). Diet, Nutrition, Physical Activity and Cancer: A Global Perspective. Washington, D.C.: AICR.
- Kruk, J. (2018). Lifestyle and breast cancer: an evidence-based review of risk factors, prevention, and survival. Asian Pacific Journal of Cancer Prevention, 19(8), 1999-2007.
- Dieli-Conwright, C. M., Stevens, J. P., & Oñate-Sánchez, M. F. (2020). Effects of nutrition and exercise on body composition and cancer-related outcomes in breast cancer survivors. Nutrition and Cancer, 72(1), 1-13.
- Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS). (2024). Guías de la Sociedad Americana contra el Cáncer sobre la nutrición y la actividad física para la prevención del cáncer. Atlanta: ACS.