Nutrición adecuada: prevención o prohibición

Fue en 1974 que nuestro artículo 4 constitucional sufrió su primera reforma legislativa, y con ella, se enumeran dieciséis cambios a este precepto que hoy rige nuestro derecho humano a la salud. El segundo cambio trascendente a este fue en el año de 1983, cuyo texto por primera vez mencionaba el tema de salud al expresar: “Toda persona tiene derecho a la protección de la salud”.

Adicionalmente, en el año 2011, el artículo en comento adicionó un párrafo más que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará.” Finalmente, en el mes de mayo de este año el mismo precepto fue modificado con la reforma llamada de salud y bienestar que busca garantizar servicios de esta índole de manera integral y gratuita a las personas que no cuenten con seguridad social.

Después de este breve recuento de reformas a la Carta Magna en el tema de salud, quisiéramos exponer que las transformaciones del texto constitucional, sobre todo en 2011, obedeció a una serie de esfuerzos para que las políticas en materia de salud pública en el país comenzaran a enfocarse en elementos de índole preventivo de enfermedades que nos aquejan como mexicanos, pues como lo señala la Organización Mundial de la Salud, la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

Con ello, el tema de la alimentación sana y nutrición adecuada trajo una serie de discusiones entre la industria y las autoridades en materia de salud, con el objetivo de corregir algunas presentaciones de diversos productos y su acceso sobre todo a la población infantil.

Claro que esto no es del todo una novedad, pues hoy contamos con un Sistema Nacional de Encuestas de Salud (SNES), a través del cual se han desarrollado encuestas, por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud en 1986, 1994 y 2000; Encuesta Nacional de Nutrición en 1988 y 1999, y más recientemente, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) en 2006, 2012 y 2016. Esta última es última agrupó a las dos primeras.

De acuerdo con el INEGI, la ENSANUT se realiza al cierre de una administración a nivel federal con la finalidad de contar con datos recientes para el gobierno entrante. Es así como, en 2016 se tomó la decisión de realizar una encuesta de esta naturaleza de manera intermedia o de “Medio Camino”. Esto, porque de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, se observaba un incremento en el número de niños, adolescentes y adultos con sobrepeso y obesidad, además del disparo de porcentaje de enfermedades como diabetes, anemia e hipertensión, relacionadas con la nutrición.

¿Quién recuerda o conoce el plato del bien comer? Este hoy continúa siendo una guía de alimentación. O la campaña de “chécate, mídete, muévete”. Hacemos esta reflexión, pues a lo largo de la última década ha habido grandes esfuerzos para hacer un cambio de mentalidad de nuestros hábitos alimenticios y que estos repercutan en los más pequeños. Incluso vale la pena mencionar los lineamientos generales que se han diseñado e impulsado para el expendio y distribución de alimentos y bebidas preparados y procesados en las escuelas del Sistema Educativo Nacional, donde se regula, pero también se prohíbe, la preparación, expendio y distribución de alimentos y bebidas en las escuelas que representen una fuente de azúcares simples, harinas refinadas, grasas o sodio que no cumpla con ciertos criterios nutricionales establecidos por el Gobierno.

Hace unos días se celebró ampliamente por cierto sector de la población, la aprobación de una modificación a la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes en Oaxaca, que prohíbe y sanciona la venta de productos de alto valor calórico a menores de edad; pero sobre esta modificación hay que reflexionar antes de festejar. Es decir, ¿qué va a implicar realmente su aplicación? y ¿sancionar verdaderamente va a inhibir un consumo inadecuado de azúcares, grasas o sodio? Existen múltiples ejemplos de políticas públicas que han buscado prohibir conductas que perjudican la salud y entorno sociales cuyos resultados han sido nulos; en contrasentido encontramos políticas de educación que impactan a la sociedad, dejan huella y logran modificar hábitos o actitudes para beneficio de todos.

Una Ley por sí misma no logra un cambio conductual pero una campaña de educación y el entendimiento social puede mover conciencias y hacer que las cosas cambien. Me atrevo hacer este comentario como abogada y como maestra en salud pública, pues no dudo de la buena intención de los legisladores, sin embargo, si queremos que las cosas realmente sucedan tenemos que educar antes que prohibir, enseñar antes castigar como padres a nuestros hijos y, ¿por qué no hacerlo los gobiernos con sus gobernantes?

Consideramos que hoy, e incluso debido a la emergencia sanitaria que estamos viviendo, sí es necesario contar con políticas en materia de salud pública para el tema de alimentación sana, a través de acciones de educación y entendimiento por parte de la población para realizar las mejores elecciones a la hora de escoger nuestros alimentos. Y no tendríamos que empezar de cero, existe mucho material que es posible explotar e impulsar para que tenga un efecto positivo para todos, desaprendiendo, aprendiendo y reaprendiendo actitudes positivas para nuestra alimentación, por ejemplo, de activación física y consumo de agua simple, lactancia materna, alimentación de niñas y niños en edad escolar, por mencionar algunos.

Necesitamos concientizar antes que emitir leyes prohibitivas, pues éstas únicamente provocan descontento, confusión e incluso ansiedad en la población, y en ocasiones las prohibiciones sin conocimiento generan mayor atracción a realizar las conductas. Por todo lo dicho, hago votos para que los gobiernos y legisladores se sumen e impulsen una campaña permanente de educación alimentaria, que los recursos y esfuerzos conjuntos generen condiciones para que todos tengamos acceso a una alimentación sana y agua potable. Entonces sí tendremos algo que festejar en pro de las nuevas generaciones.

Por Ma. De los Ángeles Fromow

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