¿Perjudican los dibujos animados los hábitos de alimentación de la infancia?

Es habitual comprobar cómo disfrutan los niños viendo en televisión o internet sus dibujos animados favoritos. Para muchos padres, esa actividad supone un momento de descanso, al tiempo que sus hijos se divierten y aprenden.

Durante ese rato en el que los niños están viendo los dibujos, aparece representado un alimento o una comida cada 4,5 minutos de media. Muchos de ellos, como veremos más adelante, tienen un bajo valor nutricional (pasteles y bollería, hamburguesas, pizzas, salchichas, sándwiches o bebidas azucaradas) y son consumidos, en diferentes contextos, por los personajes que fascinan a nuestros hijos.

¿Pueden esas representaciones de alimentos estar educando a los niños en hábitos alimenticios poco saludables? ¿Podrían tener algo que ver con los altos índices de obesidad y sobrepeso que afectan a nuestras sociedades? En suma, ¿hay motivos de preocupación?

Estudios previos

La relación directa entre la exposición a los medios de entretenimiento –como los dibujos animados– y la obesidad es difícil de establecer, ya que en los problemas de sobrepeso u obesidad intervienen muchos factores.

La influencia a través de los medios es solo una variable más. En estudios previos se ha observado que la visualización de alimentos poco saludables influye en una actitud más positiva hacia ellos, así como en una mayor probabilidad de elección y consumo inmediato, especialmente en menores de 9 años.

La influencia es aún mayor cuando esas inserciones de alimentos se presentan de manera destacada. Por ejemplo, cuando se conecta con el argumento o cuando se muestran visual y auditivamente mencionados por los personajes.

Sin embargo, la mayoría de los estudios realizados hasta ahora se habían centrado en alimentos menos saludables y en inserciones de productos de marcas reconocidas. Pero ¿se da la misma influencia cuando se trata de alimentos de alto valor nutricional?, ¿y cuando se trata de representaciones de productos sin marca?

Precisamente esto es lo que decidimos investigar en la Universidad Loyola: la presencia e hipotético impacto de alimentos sin marca, de alto y bajo valor nutricional, en series de dibujos animados.

¿Cuántos alimentos aparecen en los dibujos animados?

En primer lugar, estudiamos si la aparición de alimentos en las series de dibujos era significativa. Analizamos las 25 series con mayor audiencia en España. En conjunto, visualizamos 200 minutos de emisión por serie, con un total de 4 790 minutos y 307 episodios.

Observamos que la aparición de alimentos –más y menos saludables– sucede con una frecuencia considerable (4,5 minutos) y, además, con inserciones destacadas. Es decir, más de la mitad de los emplazamientos eran audiovisuales, conectados con el argumento y situados en primer plano. Con relación al tipo de alimentos, se dieron porcentajes de aparición similares (45 % y 42 % de bajo y alto valor nutricional, respectivamente).

La presencia de mensajes saludables de alimentación se daba más en los dibujos dirigidos a audiencias de menores de 7 años. Esto nos conduce a pensar que parece ponerse un mayor cuidado en estos casos.

En cambio, no se pone la misma atención en series dirigidas a los de mayor edad, donde los emplazamientos son, además, más destacados. Esto es preocupante si tenemos en cuenta que los niños acceden cada vez más temprano a ver dibujos enfocados a edades superiores.

Los dibujos animados tratan de reflejar la realidad sociocultural del país de origen de la serie. De hecho, son las series norteamericanas (donde los hábitos alimentarios de la población suelen ser culturalmente menos saludables) las que integran más representaciones de comida menos saludable, si las comparamos con las europeas o las asiáticas.

La comida en los dibujos, ¿influye en la infancia?

También se llevó a cabo un diseño experimental para ver si estas visualizaciones de alimentos sin marca influían en la elección de los niños.

Trabajamos con un 124 niños de 7 a 11 años. Los resultados mostraron que la probabilidad de que los niños eligieran los productos visualizados aumentaba cuando se trataba de alimentos menos saludables, presentados audiovisualmente y, especialmente, en niños más pequeños. En cambio, los productos más saludables, aun cuando se presentaban destacadamente, no tenían influencia en sus elecciones.

¿Por qué puede suceder esto?

Nuestros resultados pueden explicarse por varias razones. Suele pensarse en un mejor sabor de los alimentos de bajo valor nutricional; estos se disfrutan más durante el consumo real y se prefieren en las tareas de elección.

Además, estudios de neuroimagen han encontrado que los alimentos de bajo valor nutricional atraen más atención que los alimentos de alto valor nutricional, activando en mayor medida las áreas que involucran recompensa, motivación y memoria.

En definitiva, los niños pasan muchas horas viendo dibujos que incluyen alimentos emplazados. En nuestro estudio, los emplazamientos de productos menos recomendados parecen tener un mayor efecto a corto plazo en niños más pequeños. Pero es necesario investigar posibles influencias a más largo plazo.

Cómo evitar estos comportamientos

El papel de los padres es fundamental, constituyen un factor decisivo en moldear los hábitos de sus hijos. Pero su tarea educativa depende en buena medida de que tengan un cierto conocimiento del carácter saludable o no de los alimentos.

Esto no puede darse por supuesto. Por ejemplo, muchas familias piensan que los zumos industriales son bebidas muy saludables, cuando generalmente no es así.

Por otro lado, los padres deben ser conscientes del poder de insistencia de los niños. Es decir, estos tienen una capacidad grande para insistir –y en algunos casos chantajear emocionalmente a los padres– para conseguir los productos que les gustan o les atraen.

Los centros educativos también constituyen una pieza fundamental en la generación de hábitos de alimentación saludable. En el colegio, el niño tiene dos referencias importantes: sus profesores y sus compañeros de clase.

Desde los colegios se puede trabajar al menos en tres ámbitos: educación en hábitos buenos para la salud, cuidado de la comida que se sirve en el propio centro y trabajo por una imagen de “lugar saludable”.

Recordemos, además, que el problema de la obesidad infantil no solo atañe a países desarrollados, sino que es aún más grave en países pobres, donde el sobrepeso coexiste con la desnutrición.

Mientras recopilamos más evidencias, no estaría de más que tanto los productores como las plataformas audiovisuales se implicaran más en el diseño y emisión de dibujos animados más educativos nutricionalmente. Hay mucho en juego.

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